La isla puede quedar inundada en cualquier instante. El instante siguiente puede que nunca suceda, el mañana puede no llegar nunca.
Y la mayoría de los seres humanos también son infrahumanos. Un ser humano es auténticamente maduro cuando llega a esta conclusión: «si la muerte le llega a todo el mundo, entonces yo no puedo ser una excepción». Una vez que dicha conclusión penetra en lo más profundo del corazón, la vida ya no vuelve a ser igual. No se puede seguir apegado a la vida como antes. ¿Qué sentido tiene ser tan posesivos si nos será arrebatada? ¿Por qué apegarse y sufrir si un día desaparecerá? ¿Para qué tanta desdicha, angustia y preocupación si la vida no va a durar para siempre? Si tiene que irse, se irá, y por tanto no importa cuándo. El momento deja de tener importancia: hoy, mañana, pasado mañana... la vida acabará yéndose. El día en que seas consciente de que vas a morir, de que tu muerte es una certeza absoluta... sabrás que la única certeza en la vida es la muerte. Nada es tan absolutamente cierto. Pero no obstante, seguimos evitando la cuestión, la cuestión de la muerte. Seguimos ocupándonos en otras cosas. A veces hablamos de grandes temas -Dios, cielo e infierno- sólo para evitar la auténtica cuestión. La auténtica cuestión no es Dios, no puede serlo, porque ¿qué familiaridad tenemos con Dios?, ¿qué sabemos de Dios? Los animales no son religiosos por la sencilla razón de que no tienen conciencia de la muerte. No pueden concebirse muriendo, aunque vean hacerlo a otros animales. Que alguien observe a otro ser muriéndose y que llegue a la conclusión de que «yo también voy a morir», representa un avance espectacular. Los animales no están tan alerta ni son tan conscientes como para llegar a tal conclusión.
¿Cómo podemos indagar en algo que nos es totalmente desconocido? Sería una indagación vacua. Como mucho sería curiosidad juvenil, infantil, estúpida.
Osho- El Libro de la Vida y La Muerte"
No hay comentarios:
Publicar un comentario