La gran diferencia entre un estudiante y un discípulo. El estudiante quiere saber acerca de; todo su esfuerzo está dirigido a pensar mejor. El discípulo quiere ser; todo su esfuerzo está dirigido a cómo ser, a cómo regresar a casa, a cómo volver a recuperar esos ojos infantiles, a cómo renacer...

21 mar 2008

He estado buscando la puerta de la iluminación desde...

que tengo memoria, desde mi más tierna infancia. Debía de traer esta idea desde mi vida anterior, porque no recuerdo ni un solo día de mi infancia en esta vida en que no estuviera buscándola. Naturalmente, todo el mundo creía que yo estaba loco. Nunca jugué con ningún niño. Nunca pude encontrar una forma de comunicarme con los niños de mi edad. Me parecían estúpidos, haciendo todo tipo de idioteces. Nunca formé parte de un equipo de fútbol, de voleibol, o de hockey. Por supuesto, todos me tomaban por loco. Pero al ir creciendo fui yo el que comenzó a contemplar el mundo como si todos estuvieran locos.El último año, cuando tenía 21 años, fue un momento de colapso nervioso y de una gran ruptura. Naturalmente, aquellos que me amaban —mi familia, mis amigos, mis profesores— podían entender un poquito lo que me estaba sucediendo. ¿Por qué era tan diferente de otros niños, por qué me sentaba durante horas con los ojos cerrados, por qué me sentaba a la orilla del río y me quedaba mirando el cielo durante horas, algunas veces, durante toda la noche? Naturalmente, la gente que no podía entender esas «cosas —y yo no esperaba que las entendieran—; creían que yo estaba loco.En mi propia casa me había vuelto casi ausente. Poco a poco, dejaron de hacerme preguntas, y, poco a poco, empezaron a sentir como si yo no estuviera allí. Y me encantaba la forma en la que me había vuelto nada, nadie, una ausencia.Aquel año fue tremendo. Estaba rodeado de la nada, del vacío. Había perdido todo contacto con el mundo. Si alguien me recordaba que me diera un baño, iba y me daba un baño de horas. Luego tenían que golpear en la puerta:—¡Sal ya del baño! ¡Te has dado un baño para un mes! ¡Sal! Si me recordaban que comiera, comía; si no, pasaban los días y no comía. No es que estuviera ayunando, no tenía noción de comer ni de ayunar. Todo mi interés estaba en profundizar cada vez más en mí mismo. Y la puerta era tan magnética, el tirón era tan inmenso... como lo que los físicos llaman ahora «agujeros negros».
Osho- Autobiografía de un Místico Espiritualmente Incorrecto
Cap. Iluminación: Una Discontinuidad con el Pasado
Págs.45,46

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